Muchas veces nos preguntamos que podemos aprender de un fracaso. Y es que no sabemos la importancia de fallar. Fracasar barato y rápido, es el mejor de los aprendizajes.

¿Por qué fracasar rápido? Cuanto antes sufras la experiencia del fracaso mejor, por eso lánzate cuanto antes, aún cuando todavía no estés preparado. Pero… ¿no es muy arriesgado?

Por eso hacemos hincapié en la importancia de fracasar barato, en minimizar los riesgos. Cuando eres joven tienes poco que perder y muchísimo que ganar, cuando eres joven el mayor riesgo es no arriesgar, no tienes responsabilidades económicas fuertes ni necesitas generalmente de un salario para mantener una familia. Cuando se es joven, y cuando no se es tanto, es necesario fallar.

Fallar nos hace coger perspectiva, adquirir experiencia y madurez, también nos ayuda a descubrir de que manera se hacen las cosas y sobre todo, de que manera no se hacen. 

“No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de como no hacer una bombilla” – Edison.

Nos permiten lanzarnos y atrevernos, poner practica lo que sabemos e interiorizar algunos conceptos que no habíamos comprendido tanto. Además, actuar, fallar, nos hace perder el miedo a la acción. El miedo a la acción que hace que actuemos en mil situaciones en nuestra cabeza pero que nos cueste tanto pasar de nuestra mente a la realidad. Todo ello se supera fallando.

No existen emprendedores sin fracasos. Aprender a aceptarlos, y a aprender de ellos, es parte del éxito. 

“Siempre fallaste; no importa, inténtalo otra vez, falla mejor” – Samuel Becket.

Aunque el dramaturgo irlandés no pretendía decir lo que la mayoría de emprendedores hemos entendido, nosotros hemos comprendido el mensaje. ¿Cuál ha sido el mayor de tus aprendizajes? ¿Y el mayor de tus errores? En LEINN estamos muy interesados en conocer ambos (aunque seguramente sea el mismo). Por eso, si estas dispuesto a fallar, falla con nosotros.

Para que a la hora de la verdad, no falles.

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